Mujer grande y bonita, no lo toleres

CASTELLÀ, Opinió

Iris Vieiros

“Si te hace daño, no es amor”. Es la principal premisa contra la violencia de género, una lacra que sigue presente en nuestra sociedad, aunque de manera más discreta. Muchos no llegan a ser conscientes de su incidencia, precisamente porque no es un fenómeno del que se hable todos los días. Sin embargo, si acudimos a datos recientes del Ministerio de Interior, veremos que en lo que va de año hasta el 31 de octubre ha habido un total de 2.360 casos de violencia de género en Barcelona; por otro lado, en el conjunto de Catalunya se han dado 4.954. Ahora sí ¿verdad? los datos hablan por sí solos.

Vivimos en un mundo interconectado donde la libertad y el respeto mutuo se han convertido en las máximas de la convivencia. Entonces ¿por qué sigue existiendo la violencia machista? ¿Con qué derecho un hombre se sobrepone a una mujer, haciéndola sentir inferior? Muchos achacan esta cruda realidad a los estereotipos de género. Quizás no les falta razón. Pero… Qué triste que, históricamente, ciertos individuos hayan creado unos roles, fácilmente asumibles, con la única pretensión de subrogar a otros.

Será que estamos socializados de una manera que nos impide ver las desigualdades aún existentes en el día a día. Y aquí ya no se habla sólo del maltrato físico o doméstico, sino de un maltrato más diversificado: desde la brecha salarial en los puestos de trabajo hasta el silencio del deporte femenino. Los roles se siguen repitiendo.

Lo peor es que esta “violencia”, a menudo, se acaba normalizando. Y a esto contribuyen ciertos avances tecnológicos, que han provocado un aumento de los casos en los últimos años. Se habla de las redes sociales o los programas de mensajería instantánea como los grandes causantes de que el acoso y la violencia psicológica se trasladen a esferas más elevadas. Un control “desde la nube”, más constante y paranoico.

Así, lo típico de “no salgas de casa con ese vestido” o “no me gusta que vayas con esa amiga” ya no solo se dicen cara a cara, sino también con infinitos mensajes que desestabilizan a la víctima y la hacen sentir insegura, aunque no esté en presencia de su agresor. Además, surgen también nuevas modalidades como la última conexión, las ubicaciones de geolocalización, las fotografías inmediatas o las grabaciones de voz… Todo un conjunto de técnicas que, si bien facilitan la comunicación, también facilitan el acoso.

Entonces, ¿qué se debe hacer? En primer lugar tener algo claro: la violencia contra la mujer no es una cuestión únicamente privada, afecta a toda la sociedad. Y, en segundo lugar, apoyar a esas pequeñas asociaciones que cada día luchan por una verdadera igualdad entre géneros. Porque es necesario concienciar para conseguir. Porque la unión siempre ha hecho la fuerza. Y porque la voluntad mueve montañas. Hoy, mañana y todos los días: tolerancia cero.